Lamentablemente, fue escasa la cantidad de público que asistió al show, a pesar de que la fecha se programó con bastante anticipación y el día siguiente del concierto era un feriado nacional.
El trío canadiense abrió su set con la fuerza arrolladora de Long Live the Loud y siguió adelante con la batería de clásicos que nunca deben faltar.
Fueron impecables las versiones de Blackwitch, Rising of the Dead, Stand Up and Fight y Heavy Metal Maniac, de su primer disco, lanzado en 1983.
Tampoco faltaron Pounding Metal y Violence and Force, increíblemente pesadas e ideales para corear con puños en alto.
También tocaron I`m the Beast y las extraordinarias Victims of Sacrifice y Beyond the Gates of Doom, dos temazos de Long Live the Loud que escuché adictivamente durante los ochenta y que, aun hoy en día, me siguen volando los sesos como en aquel entonces.
Es cierto que Dan Beehler actualmente no está en condiciones de desplegar todo el potencial y los alaridos atronadores que siempre lo caracterizaron. No obstante, a fuerza de corazón y talento, lo suyo sigue siendo muy digno, sobre todo si se repara en que, con casi 60 pirulos, también se hace cargo de la batería con envidiable solvencia.
La ausencia del histórico John Ricci y su estilo tan particular fueron suplidos eficazmente por Daniel Dekay, un violero muy joven que en esta ocasión tuvo una actuación óptima, ya sea a la hora de ejecutar los temas más viejos de la primera formación, como en los más elaborados en que se lucía el virtuoso Brian McPhee, me refiero precisamente a Living Evil y Die in the Night del disco Unveiling the Wicked 1987-, otra placa ultra recomendable de su discografía.
Cerraron la noche con Iron Fist, a modo de homenaje a Motorhead, una opción acertadísima para lograr una despedida contundente y de alta emotividad.
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